Está claro que los actores anteriores no aceptaron esto, sino que distorsionaron el tema de conversación. Sin embargo, el actor pelirrojo Attila Ypres, que interpretó al antiguo amante de Alma, el dueño del bar Lassi, agradeció la ocasión y dio al gobierno de Orbán un ejemplo del último período de Kádár:
«Había una actitud social que en aquel momento no era algo de qué avergonzarse ni oprimir. Eso ha desaparecido en gran medida. No sólo la democracia desaparece por completo en este sistema autoritario, en el que vivimos en un sistema gobernado por el liderazgo o de alguna manera superado por la mafia, o En un sistema dominado por grandes latifundios, pero el modo de pensar social en sí está completamente descuidado y reprimido… no es en absoluto importante que la gente tenga un buen sentimiento en un país, o llevar una vida normal y habitable. Es probable que en el trabajo haya aspectos comerciales y de búsqueda de votos».
El monólogo de Ipres se hace eco de cada frase, de cada cliché que la izquierda utiliza habitualmente. Esto no es una coincidencia. Sin embargo, no está del todo claro cómo se puede conciliar la mentalidad de caza de votos del actor con el hecho de que al gobierno, según él, no le importa que la gente se sienta bien y tenga una vida normal y habitable. Desde aquí enviamos el mensaje a Marton Gulyas de que la próxima vez explicará mejor esta propuesta, porque es, por decirlo suavemente, contradictoria.
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