Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿Qué métricas se pueden utilizar para medir el desarrollo de las guerras actuales, incluida la guerra ruso-ucraniana?
Una de esas medidas, que nos gusta utilizar, es la destrucción de equipo militar y la pérdida de mano de obra. El problema con estas variables es que no tenemos datos que se puedan verificar de forma independiente, como las opiniones de varios expertos y think tanks:
No se puede saber exactamente dónde el conocimiento se convierte en error real y el error real en propaganda vergonzosa.
Quizás no sea casualidad que la base de datos ORYX, que había sido tan brillante al comienzo de la guerra, retirara su bandera en un momento determinado, incluso antes de que su credibilidad hubiera sido dañada irreparablemente, incluso con carácter retroactivo.
Otra medida de este tipo es el tamaño de los territorios ocupados.
Sin embargo, esta medida plantea un problema muy grave. La lógica de la guerra ruso-ucraniana es la lógica de una guerra de desgaste, que agota los recursos y la voluntad política del oponente, y no la lógica de una guerra de adquisición territorial.
La Primera Guerra Mundial puede servir como ejemplo de advertencia desde este punto de vista. Aquellos que vieron la guerra únicamente a través de datos extraídos de registros territoriales se llevaron una sorpresa muy desagradable el 11 de noviembre de 1918. A pesar de que los alemanes tenían importantes áreas francesas y belgas bajo ocupación, y no al revés, fue Alemania la que abandonó en la toalla.
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